Mi título

Jorge Asteguieta

MICRORELATOS: DÓNDE LEES TÚ

Pues he participado, sin la suerte del ganador, con varios microrelatos desde la octava a la doceava y última imagen.
De la inspiración que te diera una foto que colgaban, había que escribir un microrelato de no más de 150 palabras relacionando el lugar con la lectura:






OCTAVA SEMANA




SIEMPRE
 
Lo siento mucho, cariño, pero he tenido que irme. Sabrás perdonarme. ¿A qué sí? Te dejo la cama a medio hacer, la verdad es que creo que no he apagado ni la luz de la habitación. No te enfades, tenía tanta prisa que es posible que hasta me haya dejado la puerta de casa sin cerrar.
 Lo he leído esta mañana en el periódico, sentada en la misma silla de siempre, esa donde dices que pierdo todo el tiempo. El amor verdadero prometía, y una dirección, justo lo que siempre he querido para mí. A ti te va a dar igual, verás. Siempre dices que no valgo para nada, estoy segura de que te las arreglaras mejor tú solo, sin tener a nadie a quien chillar a partir de ahora.
 
 
RECUERDO 
Te echo mucho de menos, amor mío. No entiendo todavía por qué te marchaste tan rápido. Podías haber apagado la luz de tu habitación, ver tu foto sobre la cama me hace sonreír y llorar a la vez.
Han sido tanto años juntos, tú y yo solos; tú leyéndome cada mañana las noticias y yo escuchándote atenta. ¿Sabes?, aún tienes el último periódico sobre la silla, una de mis ventanas se quedó abierta y el viento travieso lo ha revuelto a su antojo; da igual la fecha gastada que luce, yo seguiré aquí esperándote a que me lo leas, siempre fiel. Aguantaré hasta el mismo día en que me derriben, te lo prometo.





 


NOVENA SEMANA



VACACIONES DE VERANO
Es el mejor lugar que existe, os lo aseguro. La tele contando sus cosas, pero sin molestar. La abuela trasteando en la cocina con la comida. Papá y mamá, papá y mamá trabajando en la ciudad, como siempre. Y yo sentado en mi silla de mimbre.
He visitado todos los rincones de Egipto, incluso he navegado por el Nilo siendo Faraón. Al mando de mi nave espacial he alcanzado las galaxias más preciosas del universo y he conocido alienígenas de todos los colores y formas. He reído y he llorado. Me he enamorado y también he asesinado. He sido mago, caballero, he resuelto misterios y he tenido tanto miedo que ni aún cerrando muy fuerte los ojos se marchaba… el mejor lugar del mundo, os lo aseguro.
 
 
 
PÁGINAS
Ocurrió una mañana en la que el sol castigaba con fuerza, yo mismo batallé contra unos malvados molinos, a pesar de lo gigantes que parecían. Durante un invierno que se marchitaba, viví la mejor de las aventuras, y entrando por el cráter de un volcán viajé hasta el mismísimo centro de la tierra. Otro buen día, no pudo el malvado lobo conmigo y con la valentía de mi parte, al final, terminé sacando a la abuela y a la pobre niña del interior de su tripa. Me costó dos noches, era un caso tan difícil, quizá el que más, pero con enorme astucia resolví que todos los viajeros del Orient Express eran culpables. También sufrí un siglo de soledad, fui el caballero que terminó con el dragón, me asusté, reí, lloré. Incluso hasta me enamoré… No ha sido una mala vida para una silla de mimbre, no señor.
 
 
LA HERENCIA DE LA ABUELA
Me tocó en suerte el número uno, así que yo fui quien eligió primero. Bien podía haberme quedado con el televisor, por aquel entonces todavía funcionaba. Estoy seguro de que por el piano, una antigualla muy apreciada por los coleccionistas, también me hubieran dado buenos dineros. Pero cuando dije que la sillita de mimbre sería para mí, mis hermanas suspiraron aliviadas a la vez que posaron sobre mi rostro la mismita cara que solían regalar al tonto del pueblo.
Yo la quería mucho y no tuve dudas. Pasó en ella sentada tanto tiempo, disfrutó de verdad. Allí rió, lloró y se enamoró. Viajó por todo el mundo. Fue protagonista de las mejores aventuras. Y más de una noche se asustó de verdad. Decidme, ¿qué otra cosa podía elegir?






 


DÉCIMA SEMANA




 
ESTADOS, ESTACIONES Y MUCHA EMOCIÓN
Hubo un tiempo en que el cielo era gris, las hojas marchitas se caían a la vez que las mías lloraban; sólo el viento se atrevía por aquel entonces a silbar. Mas tarde, cuando fue época de frío, cuando la nieve se colaba hasta el mismo corazón, a mis páginas les dio por guerrear; si ponías atención incluso se podía escuchar cómo entrechocaban las espadas y los caballeros morían con honor. Pero ahora ya es tiempo de reír, la tinta del papel huele a perfumes florales e intuyo el amor mientras leo con la espalda apoyada en el murete de mi jardín.
Las cubiertas manchadas de sal, con sus lomos de arena y mar, llegarán seguro después; sí, aunque antes me debo enamorar. 
 
 
 
VIAJAR
En un instante estuve allí, navegando Nilo arriba con el dios sol escoltándome desde su trono; más allá de la orilla, mi gran pirámide me saludaba refulgente de felicidad. Días después, viajé de estrella en estrella al mando de mi nave espacial, contemplé galaxias enteras nacer y morir al otro lado del cristal. Y hace no tanto, a bordo del Orient Express, resolví con buen acierto el caso más difícil de cuantos había encontrado en mi carrera como detective; sí, al final todos ellos resultaron culpables.
Ahora mismo, como cada tarde que se presenta generosa y con la espalda apoyada en el murete de mi jardín, el viento mece las flores mientras las páginas de mi libro susurran canciones que me hablan de amor, no, no creo que vaya a tardar demasiado en conseguir enamorarme.
 
 
 
CÓMO ADORO MI JARDÍN
Cientos de flores adornan mi jardín, vistiendo sus pétalos de mil colores. Flores que nunca marchitan, todas ellas únicas y especiales; mas altas o mas bajas , con mas o menos pétalos , de distintos aromas, colores,…Cada una de ellas es un tesoro que hay que cuidar, puesto que no nacerá otra igual.
Así veo mi biblioteca, como un precioso jardín .En el que tengo cientos de libros cada libro con miles de hojas. Libros que nunca se olvidan; mas altos o mas bajos, con mas a menos hojas, de distintos géneros, colores,…Y cada uno de ellos es un tesoro que hay que cuidar.
 
EN MI ADORABLE JARDÍN
Hay cientos de flores adornando mi jardín. Me suelo sentar a observar cómo se prueban sus vestidos de pétalos de mil colores, mientras, en voz baja, sus aromas me cuchichean palabras y más palabras. Porque sé que ellas nunca me van a defraudar, no se marchitarán, son tan únicas y especiales. Unas altas y otras bajas, pero prometo que todas preciosas de verdad. Tan importantes para mí. De esos delicados tesoros a los que hay que mimar.
Y es que así siento yo mi biblioteca, como un precioso jardín, en el que cientos de libros que rara vez se olvidan, me confiesan entre susurros su intimidad. Cada uno con sus hojas, más gruesos o más finos, de distintos géneros y calidad. Cada uno de ellos un valioso tesoro al que tengo la responsabilidad de amar.

 
EN MI RINCÓN
Allí donde el enlosado es hierba que baila al son que marca el viento. Allí donde la pared, en vez de vestir ladrillos, luce piedras para formar un muro. Allí donde la bombilla es el sol, el cielo es techo y mi imaginación corretea tan libre como alegre.
Allí, en mi jardín, hay miles de flores cubriendo estanterías y, sí, también encuadernan hojas. Sus aromas son el conocimiento, la sabiduría, y hasta a veces me hablan de aventura y amor. Si existe la eternidad, estoy seguro de que allí sentado es donde la quiero disfrutar.










UNDÉCIMA SEMANA




CUANDO AMANEZCA
 
La noche se está agotando, ya apenas le quedan fuerzas para sostenerse. Sus minutos se han ido gastando página a página y, con el fin de este postrero capítulo, sé que la luz va a terminar por imponerse otro día más.
Es un ritual mágico al que no me puedo resistir, y lo repito cada vez que abandono el ajetrear loco de la gran ciudad. Siempre prefiero que la noche luzca clara y con el cielo estrellado, entonces me escondo en mi vieja casita del pueblo; allí un libro me espera, elegido con cuidado, y lo leo alojado bajo el influjo del encanto nocturno.
Última página, la farola que alumbra la fachada de mi hogar todavía vigila encendida, pero ya intuyo la presencia del sol tras las montañas que adornan el horizonte. Tengo que darme prisa, aún me queda un cabo por atar. Dormir ya dormiré, cuando amanezca…

 
 
EL FIN CON MAYÚSCULAS
 
Ya han pasado tres días, y lo mismo ha ocurrido con sus noches. Cada vez que empezaba a anochecer retomaba su lectura, así me lo exigió el grimorio en su principio. Y página a página, capítulo a capítulo, “el último de los libros” se ha ido agotando.
En el pueblo donde empezó, sentado en el suelo de la terraza de la vieja casa donde mi investigaciones me llevaron a encontrarlo. Aqui me encuentro ahora, leyendo, con la ayuda de una farola que ya da luz, el párrafo que lo terminará.
“En el interior de esta sombría casa todo se inició, y ahí es donde debe terminar. El cielo nunca jamás volverá a ser azul. El negro más oscuro y la muerte absoluta reinarán juntas por siempre. Nunca existió más Dios que yo. Me invocaste. Antes podías haberte detenido, ahora ya no. Tú mismo has elegido: FIN”

 
 
EN LA CASA DEL PUEBLO
 
―¿Manuel, pero dónde estás, chiquillo?
―Aquí afuera en la terraza, abuela, que estoy leyendo un libro.
―Pues venga pa dentro, que empieza a anochecer y además la cena ya está en la mesa.
―Enseguida, abuela, sólo me queda la última página.
“Había costado mucho, sí que lo había hecho, pero el valeroso caballero no se acobardó en ninguno de los momentos, por muy peligrosos que muchos de ellos habían sido. Ahora, con la victoria de su parte, su preciosa doncella le miraba con la llama del amor centelleando atrapada en el interior de sus verdes ojos. Ya no quedaban más dragones con los que terminar, la hija del gran Rey estaba a salvo, y hasta se podía escuchar de fondo una musiquilla nupcial que seguro terminaría en boda.”
―¡Manuel!
―¡No te asustes mi bella princesa, que ya mismo voy a rescatarte!

 
 
COMPAÑEROS
 
El viejo corral se me está viniendo abajo, sin remedio. Como mi vida, igual de vieja y sin tampoco, al parecer, con remedio. Es curioso que nuestras vidas hayan corrido tan parejas, incluso en esto, porque yo nacía justo el mismo día en que mi padre terminaba de construirlo. Ha sido una buena vida para nosotros dos, yo al menos así lo recuerdo cuando la releo hacia atrás. Recuerdo que juntos hemos compartido cientos y cientos de aventuras, desventuras, terrores y amores; yo leyendo en voz alta, el siempre escuchando con atención. Nos debemos un último homenaje, sí que nos lo debemos.
―Silencio, amigo, que allá voy: “En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.








DOCEAVA SEMANA



ESPERÁNDOME
Entré en aquella tienda sin pensarlo. Me resultó tan curioso observar tal cantidad de objetos apiñados, fuera por completo de tiempo y lugar, que no pude resistirme.
Unas muñecas que pintaban caras horribles me invitaban a no pasar, pero desvié el gesto hacia otro lado e insuflé todo el valor que fui capaz para cruzar el umbral de su puerta ajada y hacerme sitio en el fondo.
Allí, escoltado por otros libros de segura larga andadura, uno se me destacó. Parecía suplicarme. Su prosa, oculta todavía por el barniz polvoriento que dedica la desidia, me rogaba que lo rescatara de toda aquella ignorancia.
 «El ingenioso hidalgo don Quixote de la mancha», titulaba poderoso. A mi lado, el tendero sonreía desdentado y me mostraba los cinco dedos abiertos de una mano.
Pagué y, no sin antes mostrarles mi lengua burlona a aquellas feas muñecas, empecé a leerlo allí mismo; una vez más.

 

 

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